martes, 3 de noviembre de 2009

Dra, Irma Passarelli: "RELACIÓN MÉDICO PACIENTE EN EL PERÍODO PREQUIRÚRGICO"







Relación médico paciente
en el período prequirúrgico


En este trabajo, tomando como punto de partida la importancia de la antropología, se aborda el tema de la relación médico-paciente, en el enfermo pediátrico en el período prequirúrgico.
Se hace énfasis en la importancia de una buena comunicación entre equipo médico y familia, la información que debe brindarse a los padres, la claridad y sinceridad con que debe hablarse con el niño.
Se expone el rol que cumple cada una de las personas vinculadas con el pequeño paciente, desde su familia hasta el personal hospitalario.

El aporte de la antropología

La antropología es una ciencia cuyos estudiosos estuvieron satisfechos al principio, con ver las costumbres de los primitivos desde el punto de vista arqueológico y descuidaron, a veces deliberadamente, los cambios debidos al contacto entre los pueblos primitivos y la civilización.
Posteriormente, el estudio de los efectos de los cambios producidos por el contacto cultural entre los distintos grupos, cobró gran impulso. Actualmente, la antropología juega un papel importante en las cuestiones prácticas de la vida, estudiando temas como educación, salud, economía, y muchos otros, demostrando su eficaz colaboración y aporte para la humanidad.
La antropología teórica tiene sus aplicaciones prácticas, que son de gran utilidad para mejorar asuntos sociales y solucionar dificultades entre las distintas relaciones. Así, juega un papel importantísimo en instituciones gubernamentales, escuelas y hospitales, por mencionar algunos lugares .
Si la aplicación práctica tiene que ver con el ambiente hospitalario, surge inmediatamente la relación médico-paciente.
Según Lain Entralgo, existen distintas etapas en esa relación:
o etapa afectiva
o etapa cognitiva
o etapa operativa
o etapa ética
o etapa histórica

Quienes trabajan en el ambiente hospitalario están acostumbrados a que todos los procedimientos que en él se llevan a cabo son algo habitual, sin llegar a asumir que el paciente se encuentra en un grado de extrema ansiedad. De manera que, no siempre se cumplen las etapas mencionadas anteriormente.
Si se lo aplica al campo de la Cirugía, y en especial tomando sólo al paciente pediátrico, ocurre que tanto el cirujano como el anestesiólogo se preocupan por problemas tales como la elección de la técnica quirúrgica menos cruenta, más efectiva, la anestesia más segura posible, olvidándose de la ansiedad del paciente.
Otras veces sin ser esto un olvido, no tienen el tiempo suficiente para ocuparse del período preoperatorio, en lo referente al aspecto psicológico del niño.
Ante la inminencia de un acto anestésico-quirúrgico, todo paciente se encuentra bajo la acción directa de diversos estímulos capaces de alterar su conducta.
En el caso del paciente pediátrico se agregan, por mencionar sólo algunos ejemplos, las siguientes cuestiones: situación de desarraigo del seno de su familia, separación transitoria de la vida escolar, el hecho de dejar de lado sus juegos habituales, temor provocado por el medio extraño en el que se encuentra, preocupación por la enfermedad o por la intervención quirúrgica, miedo al dolor.
Todo esto plantea una situación crítica en la cual dominan dos hechos fundamentales, la ansiedad y la necesidad de tener un soporte emocional que lo ayude a superar el trance de la mejor manera posible.
Las personas responsables de esta situación, en general, suelen no tener una idea muy clara al respecto.

Período preoperatorio

El período preoperatorio tiene una connotación muy importante en la conducta del niño y, por añadidura, en la de su familia. En ese momento, se ponen de manifiesto el miedo, la ansiedad, la angustia, y el estrés.
Miedo: es un hipotético estado del cerebro o del sistema neuroendócrino, que surge como reacción ante un estímulo amenazador y se manifiesta por ciertas formas de comportamiento.
Ansiedad: es la reacción emocional que tiene por objeto preparar al individuo para afrontar una situación generadora de miedo. Es el primer paso de una serie de reacciones que actúan como señales ante la inminencia de un hecho desconocido y que tiende a preservar la integridad de las personas.
Angustia: es la traducción de la ansiedad en el área somática.
Estrés: síndrome formado por todos los cambios inespecíficos incluidos dentro de un sistema biológico.
De acuerdo con los psicólogos que estudiaron la ansiedad en el período prequirúrgico, entre las varias estrategias que se mencionan para reducirla, pueden destacarse tres:
1) Colaborando directamente durante la entrevista previa a la cirugía, tanto el cirujano, el clínico o el anestesiólogo, tratando de despejar mediante la conversación y el relato de la situación futura, el mayor número de dudas que puedan generar la inquietud.
Las cosas anticipadas por los médicos y personal a cargo del niño, que vayan ocurriendo tal cual les fueron explicadas, aun cuando éstas no sean del todo agradables, contribuyen a reforzar la confianza y por lo tanto, el sentimiento de ambigüedad de la experiencia por las que atraviesan el niño y su familia desaparece al volver a interpretar los factores situacionales, anulando la incertidumbre.
2) Manejando indirectamente la situación. Esto es a través de otros niños que hayan pasado por situaciones similares, de ser posible, de igual patología y, obviamente, con una experiencia en general satisfactoria.
3) El uso de ansiolíticos puede ayudar en este período, aunque es mucho más efectivo lo enunciado anteriormente.
El niño reacciona con una serie de conductas que tratan de evitar o rehuir los hechos que lo colocan en la situación de estrés.
El acto anestésico-quirúrgico, la separación de los padres, en especial de la madre, el ambiente extraño en el cual se encuentra, el personal con la indumentaria tan particular, la ropa de la cual se lo despoja y que forma parte de su esquema corporal, el adaptarse a la nueva vestimenta, la patología que lo llevó a la consulta y posterior internación, molestias postoperatorias, especialmente el temor al dolor, configuran algunos de los estímulos que provocan la situación de estrés a la que se aludió.
Ante toda esta batería de estímulos, se desarrollan conductas como llanto, excitación, negación hacia el medio que lo rodea, desobediencia, alteración del ritmo urinario, del ritmo de sueño, rechazo hacia los padres, manifestaciones estas que expresan la necesidad de ayuda, una ayuda donde todo el equipo que se moviliza en torno al pequeño paciente y a su familia, desempeñan un papel trascendental.
El período de internación debería ser una experiencia emocional fortificante, sin embargo, la escasez de tiempo disponible para que el personal médico sostenga con el paciente conversaciones detenidas sobre los problemas que aquejan al niño, constituye un triste aspecto de la práctica hospitalaria actual.
De hecho, sucede a menudo que la premedicación no la prescribe precisamente el anestesiólogo sino otros miembros del personal hospitalario.
Acontece muchas veces, pues, que la responsabilidad de la preparación psicológica del paciente recae sobre enfermeras, quienes disponen de poco tiempo para llevar a cabo su tarea específica.
En la niñez no existen acontecimientos que no influyan en el curso normal del crecimiento y desarrollo. Nada de lo vivido lo deja en el mismo nivel en que se encontraba antes de lo ocurrido.
En el niño, su paso por el hospital, producirá modificaciones en un sentido favorable o no. Por lo tanto, el período prequirúrgico en especial, lleva una pesada carga, la de convertirlo en una experiencia lo más valiosa posible.
Entender es la clave para resolver; este requerimiento se basa sobre dos premisas fundamentales : honestidad y comunicación. Los lazos de comunicación se tienden en este momento entre el niño y el equipo que en torno a él se moviliza. Los padres, y en especial la madre, salvo casos particulares, juegan un papel muy importante como mediadores entre ambos polos de tan particular relación.
El equipo médico y el personal auxiliar gozan de una situación de privilegio, en la medida que sus conocimientos profundos y su mayor comprensión de los hechos, los colocan en un nivel superior.
El niño, en cambio, se encuentra en un nivel mucho más bajo, es comparativamente débil y él y sus padres han acudido en busca de ayuda, al no poder resolver por sí mismos el problema que les aqueja. En esta etapa, el lenguaje, la actitud y el tacto, son las bases sobre las cuales asienta el futuro de toda la preparación para ir a la cirugía. Los niños pequeños no comprenden exactamente el significado de las palabras pero sí entienden la actitud por el tono de voz al hablarles, los gestos y el modo en que se los toca durante los procedimientos.
En general, los médicos en el ir y venir apresurado de la práctica diaria, no toman, en la mayoría de los casos, todo el tiempo que debieran para comunicarle al niño y a sus padres cuáles son las expectativas en torno al motivo de la consulta, subestimando de esa forma, la buena relación médico-paciente que siempre tiene que existir[2].
Otro problema es que los padres no siempre son sinceros en su afán por disminuir el sufrimiento de sus hijos, diciéndoles que no los van a dañar, cuando en realidad debieran explicarles que si bien algo de lo que les pasa puede no resultarles agradable, todo se hace para su propio bien y es algo que sucederá a cambio de un bienestar futuro mucho más duradero.
Inevitablemente el desconocimiento, con todo lo que ello implica, y muchos procedimientos dolorosos, pueden ser minimizados por una buena comunicación, dando sensación de seguridad a través de la actitud para con los pequeños y el tacto con que se les informa sobre cada uno de los exámenes a realizar.
Una de las situaciones más difíciles la constituye la separación de los padres, especialmente de la madre, en el momento de ser llevado a la sala de operaciones. Este estado de ansiedad es muy intenso y está acompañado de una serie de concomitantes somáticos tales como poliuria, vómitos, diarrea. La falta de la madre no puede ser suplida por ningún tipo de cuantía de amor o comprensión.
En este sentido, el saber por parte de los niños, y luego de haberlo conversado con los padres, que el ingreso al quirófano se producirá en compañía de uno o de ambos progenitores, y que la inducción a la anestesia se realizará en brazos de la madre o junto a ella, atempera y facilita en mucho todo este período y mantiene al niño más tranquilo.
Preparación del niño en su hogar

Es habitual observar que los padres intenten preparar a sus hijos basándose en datos incompletos y/o transmitiendo ansiedades de ellos mismos. Esto crea problemas en cuanto a la preocupación de los padres y consecuentemente les resultaría difícil explicar al niño los detalles de la experiencia a la cual será sometido.
La angustia de los padres se alivia cuando saben qué es lo que realmente va a ocurrir con su hijo. Sólo los padres bien informados podrán orientar a sus hijos con respecto a la nueva experiencia. Los padres deben hablar con sus hijos en un lenguaje simple y claro.
Para lograr que los pequeños los comprendan, ellos mismos deberán haber alcanzado un nivel adecuado de confianza y tranquilidad.
Es importante preparar al niño con cierta anticipación; el tiempo de preparación, previo a la hospitalización, dependerá de la edad del niño. Cuanto menor sea el paciente, más breve ha de ser este período. Conviene hacérselo saber de una manera simple y directa, dentro de un plazo previo que no exceda de cuatro días y que no sea menor de dos. De este modo el enfermito no tiene tiempo de elaborar fantasías aterradoras pero, en cambio, dispone del tiempo necesario para formular preguntas y lograr que lo tranquilicen.
Se explicará al niño la experiencia hospitalaria que ha de vivir como una secuencia: hogar-hospital-hogar. Muchos niños conocen datos de familiares o vecinos que son internados y no regresan a sus hogares porque mueren allí. Este aspecto debe recalcarse con sutileza, toda vez que se presente.
Para el niño es importante saber que toda la familia participa de sus experiencias. Hay que hacerle notar que aunque el padre no esté permanentemente en el hospital, estará pendiente y pensando en él y que, si bien los hermanos no podrán estar con él, podrá contarles toda la “aventura” a su regreso a casa.
Es aconsejable que el pequeño lleve al hospital su juguete más querido, ya que el propósito que se persigue es que le brinde una sensación de seguridad. Un nuevo juguete no reemplaza en cambio, los objetos que tienen significados afectivos especiales.
Se le explicará al niño que su madre le acompañará durante su permanencia en el hospital. La convivencia madre-hijo es el mejor nexo entre el hospital y el hogar. En los casos en que no existan la madre o el padre, estos serán reemplazados por la persona con la cual tiene más afinidad.
Las secuelas que pueden producirse por no haber explicado claramente al niño lo que va a suceder, suelen acarrear consecuencias muy peligrosas.3 Levy categorizó las distintas secuelas que pueden producirse, desde el punto de vista emocional, como resultado de una mala preparación para la intervención[3]. Básicamente estas secuelas están representadas por: terrores nocturnos, reacciones negativistas, temores y muestras de dependencia.
Un estudio de las pautas a que se ajustaba la evolución de los temores, mostró que cuando el pequeño era sometido a una intervención quirúrgica tras otra, la segunda intensificaba los temores que aun se encontraban latentes.
Levy considera que siempre que sea posible, conviene posponer la intervención por lo menos hasta que el niño haya cumplido tres años o más,”cuando su comprensión y capacidad de manejo de la ansiedad han llegado aun grado más alto de desarrollo”.
Levy, D.: “Psychic trauma of operations in children”. Am.J.Dis. Child.69: 7-25, 1945

SECUELAS EMOCIONALES ANTE UNA INTERVENCION

Terrores nocturnos
Reacciones negativistas
Temores
Muestras de dependencia


>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>/Timidez

PROBLEMAS (Problemas en el trato con otros niños) /Autoritarismo

SOCIALES >>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>/Violencia

>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>/Celos

Problemas en las relaciones familiares. /Dependencia excesiva de la madre
>>>>>>>>>>>>/Desobediencia
NEGATIVISMO /Problemas disciplinarios
>>>>>>>>>>>>/Dificultades en la escuela
HÁBITOS QUE CREAN>>>/Enuresis


PROBLEMAS >>>>>>>>>/Movimientos incontrolables de la cabeza
>>>>>>>>>>>>>>>>>>>/Obsesiones
>>>>>>>>>>>>>>>>>>>/Tics
Preparación en el hospital[4]

La enfermera
La enfermera juega un rol muy importante en esta etapa. Los niños establecen un buen vínculo si ella sabe llegar con ternura y comprensión al pequeño paciente. Es conveniente que converse con él antes de colocarle una inyección o de extraerle sangre. Debe mostrarse como una persona tierna pero segura, alguien en quien el niño pueda confiar.
Al ingresar el niño al quirófano puede atemorizarse, pues desconoce tanto los aparatos como la vestimenta del personal. Por lo tanto, será tarea de la enfermera familiarizarlo con gorros, barbijos, camisolines, colocando una gorra o un barbijo a un muñeco.
El niño juega permanentemente y saber utilizar este elemento puede ayudarlo en esta nueva experiencia.
El anestesiólogo
El anestesiólogo es quizás la persona más importante que entra en contacto con el niño, con motivo de su enfermedad, ya que lo atiende antes, durante y después de la intervención.
La mente infantil puede llenarse de temores con sólo decirle que han de dormirlo en el hospital. Esta situación puede asociarla con la idea de muerte.
Se le explicará que el sueño de la operación es seguido por un despertar, tal cual ocurre cuando dormimos en casa. Si los niños son mayores de cinco años, es conveniente explicarles todo el proceso.
Siempre que las circunstancias lo permitan, la anestesia deberá inducirse en un lugar tranquilo. En niños más pequeños, la inducción se hará junto a algún juguete por el cual sientan un afecto especial.
El médico anestesiólogo cumple un doble papel. En primer lugar debe evaluar clínicamente al niño; en segundo término, debe seleccionar un procedimiento evitando que el niño se asuste. La visita preanestésica ayuda a que el niño reconozca al profesional en la sala de cirugía.
También el momento de la anestesia puede ser encarado como una aventura. En los niños mayores esta tarea suele ser fácil. La familiaridad con los temas de ciencia ficción, por ejemplo, los convence para que ayuden a sostener la máscara de anestesia cerca de su cara, tal cual lo hacen los pilotos espaciales.
El anestesiólogo debe asegurarle al niño que permanecerá a su lado durante toda la intervención, estando a su lado en el momento de despertar. Es necesario que lo tranquilice asegurándole que cualquier malestar pasará muy pronto y lo felicite por el éxito de la operación.
Algunos niños requieren un trato especial en todas las etapas que se relacionan con la cirugía. Entre ellos pueden destacarse (Ellos son): los niños muy pequeños, los hiperexcitables, los que tienen retraso madurativo retardados mentales (“retardardo mental” me suena agresivo) o los perturbados, que no permiten el afianzamiento de una buena relación, como también otras criaturas sensibilizadas por el hecho de haber sido sometidas anteriormente a una intervención quirúrgica.
Todos ellos pueden necesitar una preparación intensiva especial antes de ser internados.
Es útil que se reúnan el cirujano, el psicólogo o psiquiatra infantil, el anestesiólogo y el médico de cabecera, para que discutan la situación especial de cada enfermo.
El cirujano

El cirujano es quien más conoce acerca de los detalles de la internación, de modo que deberá conversar con los padres sobre ellos, procediendo con sinceridad y claridad al mismo tiempo.
Consecuentemente, el niño podrá ser orientado a través de sus padres sobre la “aventura” que le toca vivir.
Todo el personal hospitalario colaborará en la tarea del cirujano, a fin de que el niño sienta al hospital como un todo, como una verdadera familia que se mueve en torno a él. Familiarizarse cada uno de los integrantes con el niño antes de su intervención, evitará que el pequeño paciente los individualice como personas extrañas y en actitud amenazante.
Conversar con el niño sobre lo que sentirá en el postoperatorio, aun cuando esta información no posea un contenido del todo aceptable para él, hará que el niño no se sienta desamparado y la relación médico-paciente se encarrile del modo más satisfactorio posible.
El niño depositará su confianza en aquellas personas que se muestren pacientes y sinceras con él.
El esfuerzo que todos realicen para lograr una adecuada preparación, podrá transformar una situación estresante, en otra realmente emocionante.
Conclusiones

El niño busca ayuda entre quienes lo rodean. Esa ayuda a la cual se alude, se fundamenta básicamente en dos hechos: diálogo con el niño e información de los padres.
1) Diálogo con el niño: mediante la conversación con el pequeño, se evalúan factores como grados de ansiedad y expectativas respecto del acto anestésico-quirúrgico.
La claridad del lenguaje utilizado, la sinceridad con que se informe al niño y el tiempo que no ha de escatimarse en lo más mínimo para llevar a cabo esta conversación, son fundamentales.
2) Información de los padres: en presencia de unos adultos angustiados o ansiosos, el niño se siente inseguro y también es presa de ansiedad o angustia, aunque ignore las causas de las mismas.
Para poder ayudar a sus hijos y situarse claramente en este momento, los padres han de recibir previamente una buena información, tanto del anestesiólogo como del cirujano, en lo concerniente a los procedimientos a llevarse a cabo.
El niño es incapaz de distinguir el sufrimiento causado por una enfermedad dentro de su cuerpo, del que se le inflige desde afuera con el fin de curar su enfermedad.
En ciertos casos, este último factor con alta significación emocional, puede tener una influencia decisiva en producirle alteraciones psicológicas durante su tratamiento y posteriormente al mismo.
El preoperatorio encierra una serie de estímulos capaces de transformarse en formas de conductas que el niño adopta con el objeto de evitar la situación que caracteriza el momento que le toca vivir.
La ansiedad, la angustia y la preocupación, son los denominadores comunes en todo este período.
Todas las manifestaciones en el área del cuerpo y las relaciones interpersonales del pequeño, representan un llamado de atención, un pedido de ayuda hacia quienes comparten su mundo.
Por lo tanto:
o La enfermera juega un rol muy importante en esta etapa, de manera que debe mostrarse como una persona tierna pero segura, alguien en quien el niño pueda confiar.
o La visita preanestésica ayuda a que el niño reconozca al profesional en la sala de operaciones. El anestesiólogo debe asegurarle al niño que permanecerá a su lado durante toda la intervención y estará a su lado en el momento de despertar.
o El cirujano es quien más conoce acerca de los detalles de la internación, de modo que deberá conversar con los padres con sinceridad y claridad. Consecuentemente, el niño podrá ser orientado a través de sus padres sobre la situación que le toca vivir.
o Es de suma importancia la incorporación de un psicoterapeuta a este equipo interdisciplinario, pues posee las herramientas necesarias para ayudar al niño en este momento trascendente .
Todo el personal hospitalario debe colaborar en la tarea , a fin de que el niño sienta al hospital como un todo, como una verdadera familia que se mueve en torno a él[5]. (5)
Los niños aprecian la comprensión y la bondad, y lo que es más importante todavía, agradecen enormemente el amor que reciben.
* Médica pediatra del. Hospital de Pediatría Dr. Pedro de Elizalde, Buenos Aires, Argentina.
[1] Firth, R. Tipos humanos. Buenos Aires: EUDEBA, 1966.
[2] Insúa, J.A., Introducción a la Psicología Médica. Buenos Aires: Promedicina, 3ª Edición,1985
[3] Geist, H. Cómo atender al niño antes y después de la hospitalización. Buenos Aires: Paidós, 1976
[4] Haller, J.A., Talbort,J.L., Dombro, R.H. El niño hospitalizado y su familia. Buenos Aires: El Ateneo, 1978
[5] Mucci, M. Psicoprofilaxis Quirúrgica. Una práctica en convergencia interdisciplinaria. Buenos Aires: Paidós , 2005.








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